Hace unos días alguien me dio una de esas lecciones que son difíciles de
olvidar. Me habló de las "mil bolitas". Te cuento...

Esta persona, unos 20 años mayor que yo, me preguntó si el trabajo me quitaba mucho tiempo al cabo del día. "No importa cuánto te pagan por tu trabajo - me dijo- pero es una pena que tengas que estar tanto tiempo fuera de casa. Es muy serio pensar que una persona tenga que trabajar tantas horas al cabo de la semana para sobrevivir".
Me habló acerca de las prioridades de la vida; y, entonces, me explicó su teoría sobre las "mil bolitas".
El promedio de vida de una persona es de unos 75 años aproximadamente.
Los sábados de un año suman 52. Así que, multiplicando 75 por 52, el resultado es 3.900: el número de sábados que una persona habrá de tener en toda su vida.
"Tenia 55 años -me dijo- y, a esa fecha, ya había vivido más de 2.800 sábados. Me puse a pensar que, si llegaba a los 75 años me quedarían unos 1000 más para disfrutar. Así que fui a una juguetería y me compré 1000 bolitas".
Según me dijo esta persona, las llevó a casa y las puso dentro de un gran envase de plástico. Cada sábado a partir de entonces, ha estado tomando una bolita por cada sábado y la ha tirado. Descubrió algo: cómo disminuían las bolitas; y que no hay nada como ver cómo se agota tu tiempo para empezar a elegir las prioridades de tu vida.
Por último, me confesó que, esta mañana, sacó su última canica; y que todo lo que venga a partir de ahora, será un día más de regalo. Y que no hay que esperar a tener mucha edad para darse cuenta del regalo de cada día. Y, si hay algo que todos podemos usar es un poco más de tiempo.
Esta conversación que tuve con él, me dio mucho qué pensar.
Aquel sábado, yo tenía planes de trabajar todo el día; pero, no lo hice.
¡Era sábado! En vez de aquello, al levantarme desperté a mi esposa con un beso. Le dije que esa mañana la invitaba a desayunar y a pasar el fin de semana fuera de la ciudad. Hace tiempo que no hacía algo así...
Ah! Y, ese día, compré algunas bolitas...